¿A QUIEN SEGUIMOS?
Pr. Andy DaSilva*
Cuando decimos que somos Cristianos se entiende que estamos siguiendo al Señor Jesucristo, esto tiene algunas implicaciones que hizo que dijera: “ al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”; el cristianismo se mueve en la sabiduría que viene de lo alto y que es para la Gloria de los creyentes; esto, debemos considerarlo para no diluirnos en aquellas cosas que sabemos que serán removidas, seguir a los hombres cancela el seguir a Jesucristo, porque nos lleva a movernos en dos ríos que tienen diferentes cursos.
Nuestro país vive un momento de tensión, es importante que el creyente en Jesucristo tenga bien definido su posición, para no ser movido por otros intereses, que no sea, cumplir con lo que verdaderamente es de su competencia como cristiano; la vida en el mundo es intensa y tiende a arrastrar al creyente a tal punto de desviarlo del llamamiento que el mismo Dios le hizo, de ahí, la necesidad de tener claro cuál es nuestro encargo ante EL CREADOR.
Los seguidores de Jesucristo, es decir los cristianos, deben saber por las escrituras, que Dios va remover todas las cosas que están en la tierra que no tienen carácter eterno, es decir, que las obras de los hombres dejaran de ser para que las de Dios perduren para siempre, los seguidores de Jesucristo han recibido El Reino inconmovible de Dios para establecerlo en sus vidas y propagarlo a los hombres, de esta manera, cuando llegue el momento de remover las cosas, estas, puedan permanecer.
La labor de los seguidores de Jesucristo (LA IGLESIA), pareciera estar centrada en propagar lo que Dios le ha legado y no seguir la contraparte que es el sistema de los hombres que son temporales; la participación de los cristianos en estos paralelos no conviene, sino, debemos centrarnos en lo eterno para que nuestro tiempo y esfuerzo sean de gran provecho.
Dar a los hombres lo que es de los hombres, pone ciertos límites a la participación de los seguidores de Jesucristo, ya que, la palabra de Dios considera que estas obras no producen frutos eternos, más bien, deben ser amonestadas; en tal sentido, conviene mirar con diligencia cómo andamos, no como los imprudentes sino como los sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos.